Su profesora.
Los pueblos antiguos representaban constantemente su filosofía de vida,
ideales o su sistema de gobierno en espacios públicos,
mediante esculturas y arte aplicado a la arquitectura.
Este último recurso lo hemos cambiado por los muros blancos,
¿en qué momento dejaron de contar historias,
en qué momento los muros callaron,
porqué solo susurran y ya no cantan?,
“Para ser verdaderamente modernos,
tenemos antes que reconciliarnos con nuestras tradiciones”
ideales o su sistema de gobierno en espacios públicos,
mediante esculturas y arte aplicado a la arquitectura.
Este último recurso lo hemos cambiado por los muros blancos,
¿en qué momento dejaron de contar historias,
en qué momento los muros callaron,
porqué solo susurran y ya no cantan?,
“Para ser verdaderamente modernos,
tenemos antes que reconciliarnos con nuestras tradiciones”
Octavio Paz
___________________________________________________________________________________PROYECTO.
El proyecto se propone para las celebraciones por el Día de Muertos y se realizó de manera conjunta por alumnos de Dibujo, Dibujo Constructivo y Modelado. Se pretende hacer alusión al los antiguos Tzompantlis prehispánicos a manera de altar vertical.
Los cráneos fueron realizados por los alumnos de Modelado a partir de las técnicas como la cartonería o alebrijes mexicanos; la empalada o muro de soporte fue diseñado y construido por los alumnos de Dibujo Constructivo, los cuales han realizado su propuesta de diseño en bocetos y dibujo preciso a partir de una montea ortogonal y finalmente la decoración tradicional del tapete fue realizada por los alumnos de Dibujo basados en los elementos gráficos y teoría del color vistos en clase.
ANTECEDENTE.
En México la muerte se sufre cuando sucede, pero el dos de noviembre se pinta, se escribe y se come. Desde el México precolombino hasta nuestros días se ha preservado una tradición que, aunque no ha permanecido al margen de las fusiones culturales, religiosas e ideológicas, continúa con vida: la celebración a los muertos y, arraigado a la tradición, las ofrendas a los muertos en las que no pueden faltar las calaveras, ya sean de papel o de azúcar, amaranto y chocolate.
Las calaveras son uno de los símbolos más representativos de estas fiestas: las hay dibujadas, recortadas en papel de china, hechas con cartón o con trozos de periódico y engrudo. Se dice que sus antecedentes simbólicos se encuentran en las imágenes de los rostros descarnados y las figuras cadavéricas de algunas deidades aztecas como Mictlantecuhtli (señor de las profundidades de la tierra donde moran los muertos) y su esposa Mictecacíhuatl, la Coatlicue (la vieja madre de todos), y Miquiztli (dios de la muerte).
El término náhuatl tzompantli comúnmente es traducido al castellano como “andamio de cráneos”, “altar de cráneos”, “hilera de cabezas” y “plataforma de calaveras”, a pesar de que, más que una traducción literal, es una transformación del término[1]. Se trata de una baja plataforma de piedra sobre la cual se levanta un andamio o armazón de madera del cual generalmente cuelgan, perforados horizontal o verticalmente, cráneos o cabezas humanas, atravesadas por varas o delgados postes de madera.
El tzompantli era un altar donde se colocaban los cráneos de los sacrificados, generalmente cautivos de guerra, con el fin de honrar a sus dioses, y era la manifestación más evidente del control político-religioso que ejercían los mexicas. Este tzompantli no era otra cosa que unos palos en donde se ensartaban cráneos y se formaban grandes hileras como en los ábacos utilizados por los niños para contar.
NORMATIVA.
- Técnica gráfica tridimensional: Modelos a escala de cráneos, decorados con diversas técnicas.
- Montaje de la pared o empalada, se realizará con diversos materiales como viguetas, PVC, tubos o perfiles metálicos.
- Base de 7 mts. Lineales aproximadamente, decorada con los tapetes tradicionales de flores y/o aserrín pintado.
- Diseño apoyado por elementos gráficos y modelos tridimensionales vistos en clase.
[1] Rémi Siméon, Diccionario de la lengua náhuatl o mexicana, México, Siglo XXI, 1988, p. 733.
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